La privatización de las playas y los ríos ha sido un mal arrastrado por décadas, y que hemos ido sufriendo paulatinamente los dominicanos y dominicanas, impedidos del acceso y disfrute de las mejores de nuestras playas, particularmente reservadas para extranjeros, o ricos propietarios de villas y cabañas. La excusa principal ha sido siempre la de que, aunque las playas son teóricamente públicas, el pueblo común no puede accesar a ellas, porque con ello, se traspasaría el hotel, la villa o la finca, y se violaría así la sacrosanta propiedad privada, pilar de la santísima trinidad del capitalismo. En otras palabras, la playa está ahí, pero no hay forma de entrar para disfrutarla
No hay comentarios:
Publicar un comentario